En medio de la ya devastadora invasión rusa a Ucrania, el derrame de más de 8 000 toneladas de petróleo en el Mar Negro, en Europa, surge como un trágico recordatorio de la negligencia y el desdén hacia el medioambiente que acompaña a los conflictos humanos.
Este desastre ecológico, resultado del naufragio de dos petroleros rusos junto al puerto de Kerch el pasado domingo 15 de diciembre de 2024, amenaza no solo a las frágiles aguas del Mar Negro, sino también a los principios internacionales de seguridad y sostenibilidad ambiental.
La comunidad internacional enfrenta un dilema ético y práctico. Por un lado, está la urgencia de endurecer las sanciones y los controles sobre las exportaciones rusas de crudo
El Gobierno de Ucrania no ha dudado en calificar el incidente como una tragedia, y subraya los daños irreversibles a ecosistemas vitales. El plancton, las aves marinas y las poblaciones de peces, elementos esenciales de la biodiversidad marina, están en peligro. Sin embargo, lo más alarmante no es solo el impacto inmediato, sino también la evidencia de una práctica que se ha vuelto demasiado común: el uso de embarcaciones antiguas y mal preparadas para enfrentar condiciones adversas, para multiplicar las ganancias económicas.
Los petroleros implicados, Volgoneft-212 y Volgoneft-239, tienen más de medio siglo de antigüedad. Diseñados para rÃos y no para mares abiertos, su presencia en el estrecho de Kerch durante una tormenta refleja una clara negligencia. Esas flotas deberÃan estar fuera de circulación.
La comunidad internacional enfrenta un dilema ético y práctico. Por un lado, está la urgencia de endurecer las sanciones y los controles sobre las exportaciones rusas de crudo, una medida que la Unión Europea ha adoptado parcialmente. Por otro, está la necesidad de abordar la problemática de los llamados “barcos fantasma”. Estas embarcaciones no solo eluden sanciones al desactivar sus sistemas GPS, sino que también representan un riesgo ambiental constante.
La oenegé Razom We Stand ha advertido que no solo está en peligro el Mar Negro, sino también al Báltico, el Mediterráneo y otras rutas marÃtimas internacionales. Cada tonelada de crudo que se derrama representa una carga que trasciende fronteras, que afecta a comunidades y ecosistemas en todo el mundo.
La tragedia del estrecho de Kerch deberÃa servir como una llamada de atención. No se puede permitir que los intereses económicos y geopolÃticos sigan eclipsando la urgencia de proteger los mares con petroleros obsoletos.Â